Autora: Adriana Velásquez
El Dr. Jose Incio, profesor del departamento de Ciencias Sociales e investigador asociado de Pulso PUCP, en conjunto con Manuel Seifert, investigador del departamento de Economía Política del King’s College London, publicaron un artículo sobre la percepción de la corrupción y la disposición de las personas a sobornar en Perú. Para este estudio, los investigadores utilizaron un experimento en línea para analizar la influencia de mensajes sobre corrupción en el comportamiento de soborno, destacando que la percepción de corrupción puede aumentar la probabilidad de soborno, dependiendo del tipo de servicio público y características demográficas.
Este artículo llamado “How the Perception of Corruption Shapes the Willingness to Bribe: Evidence From An Online Experiment” fue publicado por Oxford University Press en nombre de la Asociación Mundial para la Investigación de la Opinión Pública. Para conocer más sobre los resultados de este estudio conversamos con el Dr. Jose Incio.
El hallazgo más relevante del estudio es que la percepción de la corrupción influye significativamente en la disposición de las personas a participar en actos corruptos, pero de una forma más compleja de lo esperado. Contrario a nuestras hipótesis, descubrimos que tanto los mensajes sobre normas descriptivas (que describen la corrupción como algo generalizado) como los de normas prescriptivas (que la condenan como inmoral) aumentaron la probabilidad de que los participantes estuvieran dispuestos a pagar sobornos. Esto desafía la idea común de que informar sobre la inmoralidad de la corrupción reduce su incidencia. En cambio, parece que cualquier mensaje que destaque la corrupción en la mente de las personas puede, paradójicamente, aumentar su disposición a participar en ella.
Además, este efecto varía según el tipo de servicio público. Los participantes mostraron mayor disposición a pagar sobornos en servicios de salud en comparación con programas sociales o trámites burocráticos. Esto resalta la importancia del contexto y la naturaleza del servicio en la toma de decisiones relacionadas con la corrupción. En general, estos hallazgos subrayan la complejidad del fenómeno y sugieren que las campañas anticorrupción deben diseñarse cuidadosamente para evitar efectos contraproducentes. También destacan la necesidad de considerar las particularidades de cada sector al abordar la corrupción en servicios públicos.
La elección de Perú respondió a varios factores. En primer lugar, su historia reciente está marcada por casos de corrupción, desde el retorno a la democracia en el 2000, todos los expresidentes han enfrentado acusaciones o procesos por corrupción. Esto crea un entorno único donde la corrupción es percibida como un problema generalizado y persistente. Hay otros lugares que también tienen esa percepción similar, pero en el caso de Perú, estos elementos que lo hacen que sea mucho más prominente.
Además, Perú ofrece un contexto donde la corrupción se entiende de manera mucho más amplia. En realidad, como bien lo señaló Hoover (2008), en países de ingresos bajos y medios como Perú, la corrupción abarca un espacio de redes sociales mucho más complejas, y que está profundamente arraigada en los códigos morales y los sistemas de interacción informal de la sociedad. Entonces, lo que se define como corrupción no es necesariamente lo que se percibe en esos contextos. Otro factor importante es la complejidad burocrática en el Perú. Según un informe del BID, el Perú es el segundo país en América Latina donde los ciudadanos necesitan más horas para completar trámites gubernamentales, un entorno que facilita la propensión a pagar coimas para sortear procesos.
Finalmente, la pandemia de COVID-19 ofreció un contexto único para analizar la corrupción en servicios de salud pública, un sector crítico durante la crisis. En resumen, la combinación de historia, cultura, desafíos burocráticos y el impacto de la pandemia posicionó a Perú como un caso ideal para estudiar cómo la percepción de la corrupción influye en la disposición de las personas a participar en ella.
Creo que, en primer lugar, es necesario seguir estudiando el tema de la corrupción, ya que es un fenómeno muy complejo. También es fundamental tener un enfoque diferenciado por sector. Se necesitan estrategias distintas para abordar la corrupción en sectores como salud, programas sociales o trámites burocráticos. Lo que hemos encontrado sugiere que las campañas de concientización sobre corrupción podrían tener un efecto contrario al esperado. Es decir, estas campañas podrían aumentar paradójicamente la disposición a sobornar. Esto implica que las campañas anticorrupción en el Perú deben diseñarse con cuidado para evitar estos efectos. Las autoridades deben considerar estrategias que no solo informen sobre la corrupción, sino que también ofrezcan alternativas claras y viables.
Otra recomendación es implementar una reforma burocrática que simplifique los procesos y promueva una valoración positiva de la relación entre el ciudadano y la burocracia. Esto reduciría las oportunidades y motivaciones para el soborno. Por último, es fundamental mejorar los servicios públicos para reducir la propensión del ciudadano a caer en comportamientos corruptos. Asimismo, no basta con diseñar una campaña anticorrupción y asumir que funcionará. Debemos evaluarlas constantemente para ajustar las políticas públicas y lograr mejores resultados.
Respecto al género, las mujeres mostraron, en general, menor disposición a sobornar en comparación con los hombres. Esta diferencia fue especialmente notable en el sector salud, donde la probabilidad de que las mujeres ofrecieran sobornos fue entre 2% y 4% menor. Este hallazgo es consistente con investigaciones previas que sugieren una menor propensión de las mujeres a cometer actos corruptos. En cuanto al nivel socioeconómico, medido mediante un índice de probabilidad de pobreza, observamos que las personas con mayor probabilidad de estar en situación de pobreza tenían menos disposición a sobornar, especialmente en servicios médicos y trámites burocráticos. Esto podría indicar que las personas con recursos limitados son más reacias a arriesgarlos en sobornos, percibiéndolos como un "juego" donde podrían perder más de lo que podrían ganar.
Estos efectos, sin embargo, no fueron uniformes entre los distintos tipos de servicios públicos, lo que subraya la complejidad de los factores que influyen en la disposición a participar en la corrupción. Por lo tanto, las estrategias anticorrupción deben considerar estas diferencias demográficas y socioeconómicas para ser más efectivas.
Lo que originalmente queríamos con el estudio era probar si recordarle a la gente lo generalizada que es la corrupción o que la corrupción es algo malo podría, de algún modo, cambiar su actitud o comportamiento respecto a esto. Diseñamos dos tipos de mensajes distintos, uno basado en normas descriptivas y otro en normas prescriptivas. Esta diferenciación nos permitió examinar cómo distintos tipos de información sobre la corrupción pueden influir en el comportamiento. Además, los mensajes usaron datos reales, para evitar engañar a los participantes y garantizar la veracidad y credibilidad de los mensajes.
Utilizamos datos factuales de un informe publicado por Proética, lo cual fue crucial para mantener la integridad del estudio. Otro aspecto importante fue la claridad y concisión de los mensajes, estos fueron diseñados para ser directos, sin ambigüedades. Finalmente, estos fueron diseñados con una presentación visual clara, utilizando letras grandes y colores contrastantes. Estos criterios nos permitieron evaluar si las normas descriptivas o prescriptivas tenían algún efecto. Sin embargo, lo que encontramos fue que ambas tuvieron un efecto negativo, ya que resaltaron el problema de corrupción y aumentaron la probabilidad de que las personas cayeran en este tipo de comportamiento.
La corrupción es un tema muy grande. Desde mi perspectiva, mi recomendación es empezar a partirlo en problemas más pequeños y tratar de identificar áreas concretas en las que se pueda contribuir, ya sea generando evidencia académica que respalde políticas públicas, o ayudando a los actores estatales y de la sociedad civil a diseñar campañas y estrategias más efectivas en la lucha contra la corrupción.
Por último, este experimento fue posible gracias al Laboratorio de Innovación para la Lucha Anticorrupción (ACIL) del programa de Naciones Unidas para el Desarrollo que nos permitió hacer la encuesta y usar los datos que ellos tienen. Entonces las alianzas entre investigadores y otros institutos de la sociedad civil son bastante importantes.