Por: Adriana Velásquez
La violencia de género continúa siendo una de las principales problemáticas en el Perú, que se extiende tanto al ámbito físico como al digital. La falta de concientización y la inacción ante esta grave realidad contribuyen al aumento de casos. En los últimos días, el feminicidio de Sheyla Cóndor ha desatado una ola de indignación, especialmente por la falta de respuesta oportuna por parte de las autoridades. De manera similar, un caso reciente de ciberacoso hacia varias periodistas culminó con la sentencia a prisión del agresor, tras una prolongada lucha e insistencia de las mismas víctimas en buscar justicia.
Según el Ministerio de la Mujer y Poblaciones Vulnerables (MIMP), hasta septiembre de 2024, se registraron 123 feminicidios y más de 124 mil casos de violencia familiar atendidos en los Centros de Emergencia Mujer. Este panorama revela un problema que va más allá de hechos aislados, sino que es un fenómeno cuyas raíces están en las desigualdades sociales y las creencias que justifican el abuso. Es por ello que cada 25 de noviembre, se conmemora el Día Internacional para la Eliminación de la Violencia contra la Mujer con el fin de sensibilizar a la sociedad sobre la importancia de erradicarla y promover la igualdad de género.
En este contexto, el Grupo de Investigación en Estudios de Género PUCP y Pulso PUCP, con el apoyo de la Unión Europea y la AECID, presentan el informe La violencia que no se ve: Algunos datos sobre violencia digital en relaciones sexoafectivas a propósito del #25N. Esta investigación analiza cómo los mitos del amor romántico y las dinámicas digitales en relaciones sexoafectivas perpetúan y legitiman formas de violencia invisibilizadas, como el monitoreo constante, el sexting coercitivo y el ciberacoso.
Para este artículo, conversamos con Katherine Sarmiento, una de las investigadoras responsables del informe. Asimismo, Noam López y Andrea Munive, investigadores de Pulso PUCP, nos brindan sus perspectivas sobre cómo abordar la violencia de género desde la academia y las políticas públicas.
El estudio, aplicado a 1385 estudiantes de la PUCP, revela que aproximadamente 1 de cada 3 jóvenes ha experimentado o ejercido cibercontrol en sus relaciones sexoafectivas, lo que demuestra su alta normalización en estos vínculos. En cuanto a las formas de ciberagresión sexual, la más prevalente es la presión para que la pareja envíe fotos o videos de carácter sexual sin su consentimiento, lo que se conoce como sexting coercitivo. Esta práctica tiene una prevalencia del 12.4% en victimizaciones y del 4.5% en perpetraciones.
Esta encuesta también aborda cómo los mitos y estereotipos románticos perpetúan la violencia de género, especialmente en el entorno digital. Uno de los hallazgos más preocupantes es la aceptación generalizada del mito de la corrección como señal de amor: el 59.5% de los encuestados está de acuerdo con que "quien te ama de verdad te corrige y te enseña a comportarte bien, aunque no te guste", con mayor aceptación entre hombres (73.1%) que mujeres (45.2%). Este mito fomenta la tolerancia y justificación de conductas violentas, incluyendo el control digital, al interpretarlas como expresión de afecto.
Katherine Sarmiento, socióloga e investigadora del Grupo de Investigación en Estudios de Género, explica que "La construcción social del amor romántico usualmente está vinculado a nociones como la entrega total, el sacrificio, la posesión, que tienden a favorecer la normalización de conductas controladoras e incluso agresivas o perjudiciales."
Según el informe, el 18.1% de los encuestados cree que "a veces las mujeres dicen que no, pero en el fondo quieren decir que sí", lo que legitima dinámicas de ciberacoso al normalizar comportamientos invasivos y persistentes que vulneran los límites del consentimiento. Estos hallazgos subrayan la necesidad de combatir las narrativas románticas que perpetúan la violencia y de promover relaciones igualitarias y respetuosas en todos los entornos.
La socióloga a cargo de este estudio explica que la violencia de pareja tiene graves consecuencias socioemocionales, incluyendo estrés, ansiedad e ideación suicida, y aumenta el riesgo de revictimización en relaciones futuras. Por ello, las intervenciones más efectivas para prevenir esta problemática son aquellas dirigidas a adolescentes y jóvenes, abordandola de manera oportuna para evitar impactos a largo plazo.
Los estudios de este tipo resultan cruciales porque permiten visibilizar formas de violencia a menudo minimizadas, como la violencia digital y el control emocional, y desnaturalizar mitos que justifican comportamientos abusivos.
Andrea Munive, investigadora de Pulso PUCP, enfatiza que "pensar la violencia de género como algo únicamente personal invisibiliza las dinámicas de poder, roles de género y estereotipos que perpetúan el problema en lo cultural, social, económico y político". Desde esta perspectiva, los estudios de género permiten desnaturalizar estas prácticas y analizar las diversas aristas del problema, desde su impacto individual hasta sus consecuencias sociales y económicas.
La investigación académica no solo visibiliza los factores estructurales que perpetúan la violencia, como la precariedad económica, la educación desigual y las representaciones culturales, sino que también aporta herramientas para diseñar políticas públicas más efectivas y programas preventivos. Munive destaca que es clave establecer puentes entre la academia y las instituciones públicas, mediante informes ejecutivos claros, talleres con funcionarios y estrategias de comunicación accesibles, como campañas digitales, para incidir en la opinión pública y la agenda política.
En Perú, más del 53% de las mujeres ha sufrido violencia por parte de su pareja o expareja, en 2023, según la Encuesta Demográfica y de Salud Familiar. Esta alta prevalencia de violencia afecta directamente la sensación de seguridad no solo de las mujeres, sino de la sociedad en general.
“La falta de confianza en las instituciones encargadas de proteger a la ciudadanía exacerba esta percepción negativa. Además, la impunidad de casos sin sentencias condenatorias, a pesar de existir medios probatorios, contribuyen a un entorno donde la inseguridad se percibe como omnipresente”, explica Noam López, investigador de Pulso PUCP y especialista en temas de seguridad.
En términos de prevención, el especialista enfatiza la necesidad de abordar las causas estructurales de la violencia, como la desigualdad de género y la dependencia económica.
“Desde la academia se han ido generando contenidos que promueven la igualdad, el respeto y la resolución pacífica de conflictos. Estos hay que aterrizarlos al currículo escolar para cambiar las actitudes y comportamientos que perpetúan la violencia. Necesitamos también programas formativos dirigidos a jóvenes sobre masculinidades positivas y relaciones interpersonales saludables para prevenir la violencia a largo plazo”, destaca.
Finalmente, Noam destaca la urgencia de implementar eficazmente las leyes existentes contra la violencia de género, fortaleciendo el sistema judicial y garantizando que los agresores sean sancionados. Solo a través de un enfoque integral y sostenido, que incluya tanto medidas de seguridad como prevención, se logrará afrontar esta problemática.
Abordar la violencia de género desde la academia implica no solo visibilizar sus múltiples manifestaciones, sino también generar conocimiento que inspire políticas públicas efectivas, educación transformadora y estrategias de prevención sostenibles. En este sentido, la colaboración entre investigadores, instituciones públicas y la sociedad civil resulta fundamental para transformar el conocimiento en acciones concretas que promuevan la igualdad y la seguridad para todas las personas.